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lunes, 11 de enero de 2010

-- REFLEXIONES -- (II)

HABEMUS TONTUS


Aturdido y estupefacto me quedo, cada vez con mas asiduidad, por la cantidad de “Tontos” (con mayúsculas), que pululan por todos los ámbitos de la sociedad.
Hay veces que interesa “hacerse el tonto”, pero por conveniencia. Aún me acuerdo el día que me marchaba para hacer la “mili”, y mi padre me hablaba sobre como me debía comportar cuando estuviese allí: “Hijo mío, tú siempre intenta ir de tonto, así no te meterás en problemas”. Efectivamente, hay situaciones en las que es mejor ser tonto, porque si vas de listo, te dan guantazos uno detrás de otro.

Pero estos casos se pueden considerar una excepción. Los tontos que nos encontramos diariamente en todas partes, es una situación digna de un estudio analítico exhaustivo.
Después de observar con atención el comportamiento humano, llegamos a la siguiente conclusión: se puede hacer una clasificación de la tontura en España.

En primer lugar, tenemos el tonto feliz, persona sin inquietudes intelectuales y feliz en su ignorancia. Realmente, peligroso no es, siempre que se le siga un poco la corriente.

Otro espécimen de la fauna tontil, este ya si es un poco mas peligroso, es el Tonto falaz, que finge ser corto de entendimiento para esconder su malicia, planear un engaño o evitar pagar por su maldad. Este es el enredador y el hipócrita “oficial del reino”.

Y que me decís del tonto sabelotodo, este es el clásico personaje que no tiene ningún problema en dar su opinión sobre cualquier tema del que se hable, lo conozca o no lo conozca, a él le da igual.

Asemejandose a éste último tipo nos encontramos con el ejemplar conocido como el tonto supremo. Él es el mejor en todo. Cuando se te “traba” y te “engancha” estás perdido; es el mejor cazando (aunque sea un cazaliebres), el mejor conduciendo (son los que se “ponen” en la capital en una hora), y por supuesto, los que disfrutan de una vida sexual más sana (los que mas veces tienen relaciones sexuales por semana). Claro, tú te sientes insignificante a su lado (eso se cree el sujeto en cuestión), pero conforme va avanzando la conversación te das cuenta de donde puede llegar la tontura humana.

Para mi, uno de los grupos que más gracia me hace son los tontos parlanchines, que no se cansan de decir tonterías. Los hay que si les dejaran tendrían su programa radiofónico propio y hasta serían protagonistas de espacios televisivos.

Otro miembro de la jungla en la que nos movemos, y por suerte, cada vez menos presente en la sociedad, es el clásico tonto del pueblo. Era la figura que siempre nos encontrabamos en la plaza principal de todos los pueblos. Su modus operandi era siempre el mismo: solían ir paseando sin ningún rumbo fijo por el pueblo. Una vez te ve, corre hacia ti para enseñarte cualquier cosa o hacerte cualquier pregunta. Estas preguntas suelen ser de tipo ``tas casao´´ , ``tienes un cigarro´´ o ``te acuerdas de mi´´ , seguidas de una risa palurda. También es común que se entere de todos los rumores y chismes que suceden en el pueblo. Otra curiosidad más dentro de este grupo, es que la plaza queda vacante por poco tiempo, ya que, sin ninguna votación, al minuto hay nuevo tonto del pueblo. El tradicional tonto del pueblo, no tiene ninguna peligrosidad, ya que su tontura es innata, y no adquirida.

Uno que si tiene más peligro es el tonto del bote: persona a la que le ha sonreído la suerte sin haber hecho nada para merecerlo. Esta figura local, desde su imaginada para él, atalaya, divisa el resto de los corrientes como seres inferiores. Este si suele llevar más peligro tratar con él.

Y que me decís del tonto con suerte, aquí tenemos el que es tonto, aunque el no se percate de ello, y a pesar de ello todo le sale bien.

También se suele usar mucho el termino tontín, utilizado cariñosamente por las esposas para referirse al marido durante el primer año de matrimonio, y substituido posteriormente por adjetivos como: calzonazos, inútil, vago, manazas… alternados con la frase: “si ya me lo dijo mi madre”. ¡Qué gracia!

Yo entiendo, y hasta cierto punto, comprendo, que tiene que haber tontos, por qué tiene que existir una armonía y un equilibrio social. Me estoy refiriendo al tonto social, o sea, al estólido y bobo de andar por casa, el que nos solemos encontrar a diario en cualquier rincón. Realmente son dignos de lastima, pero tienen tanto derecho a hallarse entre nosotros como cualquiera. Hay que tener en cuenta que estos “personajillos” tienen un papel en esta obra de teatro que es la vida; y si el papel no es de protagonista, pues mira, orna y hermosea el panorama que nos circunda; esto se realza, como suele ocurrir, si no tiene conciencia de lo tonto que es.

Pensándolo bien, viendo lo bien hecho que está el mundo, un tonto a tiempo es vital para lograr cierto contrapeso en todos los ordenes de la vida. Podiamos decir que es un indicador social de lo que debemos o no debemos hacer, o hasta donde debemos llegar para no “cagarla”. Es un “punto de referencia” valido para sondearnos a nosotros mismos.

Observándolos, siempre a distancia, porque nunca se sabe como van a reaccionar, se puede aprender mucho de ellos. Siempre que sea posible debes usar un desinfectante después de tratar con ellos, por que su simplicidad y estupidez puede traspasar fronteras, e infectarnos hasta no sabemos que punto. Por ejemplo, una forma de infección tontil puede ser su gran capacidad para atraer más tontos hacia su entorno, lo que sí sería un problema grave de atajar, ya que existen pocos antídotos contra esta “enfermedad”.Ya lo dijo Schiller: frente a los tontos, hasta los esfuerzos de los dioses son vanos.

Resumiendo, y recapitulando, podemos decir que hay tres clases de tontos: hay tontos que tontos son, hay tontos que tontos se hacen y hay tontos que quieren hacer tontos a los que tontos no son.

Para terminar mi monólogo, os dejo dos pensamientos chinos, que cuando los lees con detenimiento te aclaran definitivamente lo que hemos hablado en todo el texto anterior:

- El necio no sabe lo que dice, el sabio no dice lo que sabe.
- Cuando se apunta a la Luna, el tonto se queda mirando el dedo.


¡Ah!, que conste que me considero el más tonto de entre los tontos, por eso, dejemos las conclusiones para los ignorantes.